Cuando Chocolata, un hipopótamo hembra, tomaba su baño diario en la laguna, supo por el mono Teófilo que en la ciudad habían abierto una estupenda casa de baños. Le pareció divertida la idea de ir a probarla y allá se fue de la selva a la ciudad con su minimaleta. Para intentar pasar desapercibida compró un chándal, un camisón rosa, un bikini de talla súper y unos tenis con lucecitas que se encienden y apagan al caminar. Almorzó en un restaurante vegetariano hierba de la sabana en salsa verde. En la casa de baños, con la bañera un poco estrecha, el agua demasiado escasa y el bikini algo justo, pasó la tarde entretenida charlando con los otros bañistas. Esa noche durmió en un hotel de tres estrellas y aunque la cama era blanda y el camisón corto, soñó con la selva y la laguna.
Al regreso, les contó a las amigas su viaje a la ciudad. Teófilo vistió el camisón rosa, colgó los tenis en la laguna como si fuesen farolillos intermitentes y los hizo reír con sus monadas.
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