ROSANDA se había fijado muy bien en el calendario que mamá tenía colgado con imanes en la nevera. Quedaban pocos cuadraditos para que llegaran los Reyes, o sea, que no había tiempo que perder. Los Reyes vivían muy muy lejos; recibían cartas de cientos, miles; millones de niños, pero su carta era requetenecesaria y tenían que leerla cuanto antes.
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