Ámbar Dorado está creciendo. También a su alrededor se están produciendo cambios que la inquietan. Su madre y Max han decidido casarse. Su padre anuncia desde París que vuelve. Además, una invasión de mofetas altera el orden del colegio. La opinión que tiene Ámbar de Max también cambia.

Me llamo Pelusa y sospecho que mi vida está a punto de acabar. Y no, no hablo de mis siete vidas gatunas. Me refiero a los mimitos, los juegos, las sabrosas latitas de comida y las chuches. ¡Una catástrofe de miau!¿Que por qué lo sé? Porque ha aparecido en casa una cosa pequeña y peluda, tan diminuta que solo puede crearme problemas ENORMES. Voy a tener que enseñarle quién manda aquí. ¡Por mis bigotes que sí!

En el primer relato, Ángela, que desea a toda costa tener un animal de compañía, se lleva a casa un perro que encuentra en la calle, y eso que sabe que no tiene el permiso de sus padres. En el segundo, Ángela se chiva a sus padres de las mentiras de sus horribles hermanos, y estos se la devuelven. Claro que ella también tiene sus planes para hacérselo pagar. En el tercero, Ángela se prepara para representar una obra de teatro con el chico que le gusta, Kevin Trufa, pero nada sale como esperaban.

En el primer relato, Ángela prepara un regalo para Kevin, pero sus odiosos hermanos se encargarán de que a Kevin se le quiten las ganas de volver a hablar con ella. En el segundo, Cloe le pide a Ángela que cuide durante el fin de semana de Pelusín, su conejo, sin saber que los hermanos de Ángela harían cualquier cosa con tal de fastidiar a su hermana, como convertir a Pelusín en un conejo de circo. En el tercer relato, la abuelita Chambar se lleva a los tres hermanos de vacaciones. Por suerte, mientras los chicos hacen nuevos amigos, la abuelita y Ángela se apuntan a un concurso de talentos.

Ángela odia que sus hermanos la llamen Angelina Purpurina. También está cansada de que no la dejen en paz y de ser el blanco de sus burlas, pero ¡se ha acabado! Ahora es su turno y buscará el modo de hacerles pagar cada una de sus bromas.