La Princesa de Trujillo es un cuento acumulativo clásico, pero con un desenlace y una forma de presentación adaptados, que recupera los elementos más típicos de las series que aparecen en la tradición europea: gato, perro, palo, fuego, agua... Con este tipo de cuentos, los niños aprenden a establecer conexiones, y a partir de ahí a generalizar e incluso a hacer predicciones. El personaje que le da título a la obra va a aparecer citado de forma indirecta a lo largo de toda la narración. Por ejemplo, a la frase breve: «Esta es la urraca que robó el anillo de la princesa de Trujillo» se van añadiendo de una manera matemática, otras nuevas. De esta manera, el elemento desaparecido se convierte en el hilo conductor de la historia y en el que propicia un desenlace feliz. También con él se cierra el ciclo de manera circular y se restablece el orden del principio del cuento: «Este es el pastor que encontró el anillo y se ganó un beso de la Princesa de Trujillo».
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