
A sus ocho años, Juan cree tener muchos problemas. Es pelirrojo y bajito para su edad, tiene la cara llena de pecas, sus dientes están torcidos y su pie izquierdo es más grande que el derecho. Menos mal que algo le alivia y le anima; algo tan valioso como la sincera amistad que comparte con Julia y su perro Jericó, un fiel y simpático San Bernardo.
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