En esta ocasión, Astérix y Obélix se enfrentan a una nueva misión: ¡construir un palacio para la mismísima Cleopatra! César está convencido de que los egipcios ya estaban en decadencia. Cleopatra, indignada, propone demostrarle que los egipcios son los mismos que construyeron las pirámides, faros y templos. Así pues, le construiría un palacio en Alejandría en sólo tres meses. César afirma que, si esto resulta posible, estará equivocado.
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En esta ocasión, Astérix tendrá que ingeniárselas para devolver el dinero que ha sido robado de un caldero. Tanto él como Obélix, su fiel compañero, ¡tendrán que poner su ingenio a trabajar!
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César planea una paseo triunfal por la Galia sobre el escudo averno (el que Vercingetórix tiró a sus pies tras ser derrotado) Por supuesto nuestros amigos no permitirán semejante humillación. Además, Abraracúrcix se ha puesto a régimen. ¡Qué el cielo no se desplome sobre nuestras cabezas!
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Los romanos recurren a Latraviata, una bella actriz, para conquistar la irreductible aldea gala donde habitan nuestros amigos.
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El druida Panoramix se va a un encuentro de druidas y allí unos godos (germanos) planean la manera de invadir la Galia. Astérix y Obélix tendrán que viajar hasta Germania para resolver el problema.
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Los normandos llegan a la aldea que tan bien conocemos dispuestos a descubrir qué es el miedo. Y al tropezar con Astérix, Obélix y el resto de los irreductibles galos sin duda lo lograrán...
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Una joven periodista que busca trabajo se encuentra con una perrita en la calle. Se sube en un autobús para ir al museo del Prado; la perrita la sigue y las dos acaban entrando en el museo. El animal termina organizando un revuelo que evita que un ladrón robe el famoso cuadro de Las Meninas. La policía detiene a la periodista pensando que la perra es suya y que pertenece a la banda del ladrón de arte al que la policía había tendido una trampa también frustrada por culpa de la perrita. Finalmente dejan a la periodista en libertad y, entre todos, logran descubrir la identidad del famoso ladrón internacional y, también, a la dueña del animal, una niña cuyos padres no quieren mascotas en casa.
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Esta segunda entrega de la aventura lunar de Tintín fue publicada en 1954. Como en la primera parte, Aterrizaje en la luna, no explicamos aquí el argumento, para no estropearles el placer a los que lean estos álbumes por primera vez.
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Este libro nos plantea muchos acertijos a través del cauce poético de la adivinanza, un cautivador juego verbal cuya solución nos revela en una detallada descripción al tiempo que se nos escamotea con los fuegos de artificio de numerosos retóricos. Seducido por estas palabras, el lector avivará el ingenio y aceptará gustoso el reto de desvelar estas adivinanzas.
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